27/11/2014
En los convulsos años de la vuelta del fatídico Fernando VII encontramos a una cubana en el Coto de las Meleras, a orillas de la rambla Salada. Se trataba de Araceli Palma. Casada en Cuba con un tal Alberto, llega a Murcia en 1806, tras el fallecimiento de su joven marido, envuelto en luchas por la independencia de la isla, empujado por un personaje ligado a la masonería y que acabará siendo un espía del monarca.
Araceli es una joven de 27 años, guapa, de cimbreante talle, graciosa, sensual, de rostro moreno y ojos no muy grandes, pero apicarados. Su voz cálida y su viveza femenina la hacían el centro de las miradas. Llega a Murcia, con su negra sirvienta Gracia y pronto conoce a Trifón D´Estoup y a Miguel Andrés Stárico, ricos comerciantes, con propiedades en Cotillas. Ellos le aconsejan comprar una finca en dicha población, donde pasará las primaveras y veranos, viviendo en el barrio de San Nicolás de Murcia el resto del año. Será el guarda de la finca Antonio Verdú, un huido de Alguazas, donde había cometido un asesinato.
A partir de 1809 Araceli Palma conoce y contrata como administrador a Francisco Montoya, antiguo amanuense del conde de Floridablanca; hombre atractivo, fuerte y ligeramente cojo tras un enfrentamiento con una partida de bandoleros, por lo que era conocido como “El Cojo Montoya”. Pese a estar casado, pronto surge entre ellos un amor que guardan y esconden, llegando a tener una hija, fruto de sus furtivos encuentros en Cotillas.
Pero no todo fue felicidad. Francisco Montoya salió en defensa, una noche, del torero y carnicero de Santa Eulalia Celestino Parra. Estaba siendo atacado por furibundos realistas; en el fragor del enfrentamiento Francisco recibió un tiro y fallecía casi en el acto. No esperaba mejor suerte a Araceli Palma, conocida como Celi la Marquesita.
Los defensores de la Constitución conspiraban contra Fernando VII, intentando pronunciamientos militares que impusieran la misma al denostado monarca. Para ello se reunían en boticas como las de Cachapero, en la Platería y la de Osorio, en la calle Lencería. Entre ellos se encontraban Juan Romero Alpuente y Juan Manuel del Regato López que huyendo de la justicia, en 1816, acaban dirigiendo sus pasos a casa de Araceli, en Cotillas, con documentación comprometedora. Descubierto su refugio sale en su busca una partida de escopeteros, comandados por Mariano Ataz. Los personajes salen huyendo, rambla Salada abajo, siendo detenida la inocente Celi que es trasladada a las cárceles de la Inquisición, en un carro frutero, sufriendo duros tormentos. Tras cuatro meses de dura prisión es conducida a Cartagena, siendo enviada, como exiliada, a Tenerife. No podía sospechar que uno de sus visitantes, José Manuel Regato, era un espía, el mejor de la época, infiltrado en grupos masones y liberales para denunciarlos y que fueran detenidos.