24/05/2015
Recordaréis que estamos tratando el tema de la Metempsicosis, donde se cree que, los seres que no actúan correctamente en una próxima vida, podían ser convertidos en animales. Un caso parecido al expuesto en el artículo anterior lo refleja la Cábala, afirmando que las almas de los perversos emigraban al cuerpo de animales. Un ejemplo bastante gráfico es el de la creencia de que una mujer adúltera, para pagar su falta, habría de volver en el cuerpo de una cigüeña, ante la creencia de que estas aves castigan el adulterio con la muerte.
Al igual que otros padres de la Iglesia Católica, Orígenes se expresaba muy claro al afirmar que: “Cada alma recibe un cuerpo de acuerdo con sus merecimientos y sus previas acciones”, de lo que por sí sólo no puede deducirse la idea de que se pueda renacer en cuerpos de animales.
Esas etapas evolutivas quedaron muy atrás para el ser humano, completamente individualizado y consciente de sus acciones, por lo que tiene una mayor responsabilidad de ellas ante la Ley Universal.
Desde nuestra perspectiva actual no deja de ser curioso imaginar a un espíritu humano, que necesita de un sofisticadísimo sistema neurovegetativo para accionar su cuerpo, actuando en un cuerpo de animal con un sistema nervioso mucho más rudimentario.
Esta creencia también estuvo asentada en otras civilizaciones posteriores. Así, el Dr. Hartley B. Alexander, refleja en su Mitología norteamericana de las tribus árticas: “Las almas deben de renacer tanto en forma humana como en animal, incluso como algunos individuos han recorrido todas las especies animales antes de volver a la forma humana”.
En la película de Jean-Jacques Annaud, Siete años en el Tíbet, basada en el libro del mismo título, sobre la vivencia de Heinrich Harrer, hay una curiosa escena en la que el joven Lama, pide a éste que le construya una sala de cine y los trabajadores, removieron primero la tierra de todo el terreno antes de empezar con los cimientos de la edificación, recogiendo del suelo, para depositar en otro sitio, todas las lombrices que encontraron, ante la creencia de que podría haber alguno de sus antepasados reencarnados en ellas.
De igual forma, en otra escena, ante la caída de una mosca en una taza de té, al parecer un hecho fatídico para cualquier tibetano, había que intentar salvarla de ahogarse ya que podría tratarse de la reencarnación de una abuela muerta.
Sería interminable el número de casos y anécdotas que podría contar, aunque todas estas conclusiones que un día forjaron la creencia en la metempsicosis, hace ya mucho tiempo que dejaron de ser tomadas tan al pie de la letra, con la seguridad de que en un futuro no muy lejano la propia concienciación del hombre rechazaría todo lo que no lleva el sello del progreso en continua evolución y ascenso. Al igual que la teoría de La Evolución de las Especies sacudió las mentes anquilosadas de su tiempo, la reencarnación está llamada a asumir un lugar destacado en el conocimiento de la humanidad, una vez que las viejas fábulas y absurdas creencias dejen paso a una comprensión más exacta de nuestro lugar en este mundo y de nuestros destinos.
Con todo mi cariño, os deseo que el conocimiento y el progreso espiritual, se asiente en vuestras vidas.
Antonio Hernández Lozano