Cuando el diablo no tiene nada qué hacer, mata moscas con el rabo

Cuando el diablo no tiene nada que hacer, mata moscas con el rabo, es mejor dejar pasar y no avivar a la bestia. Total, es cosa de niños, tampoco hay que darle mayor importancia, mejor que lo solucionen entre ellos, porque claro, si les reñimos a los que se meten con ella, le van a coger más manía todavía. Mucho mejor no hacer nada. Que no les haga caso que tampoco será para tanto.

Esas fueron las respuestas de una profesora, de cuyo nombre no quiero acordarme, a la madre que fue a decirle que había un grupo de chic@s metiéndose con su hija en el colegio. Aquel capítulo perduró en el tiempo, con el consiguiente sufrimiento de la menor, hasta que finalizó el curso y con él aquella penosa etapa escolar, afortunadamente sin consecuencias letales.

De esto hace ya unos cuantos años, porque sí, este tipo de situaciones se han dado desde que el mundo es mundo, entonces simplemente era “meterse con… en el cole”. Ahora se llama bullyng, por supuesto que no todos los casos son iguales, no todos los acosos pueden llegar a ser infernales, como en todo, hay grados, escalas, en cualquier caso lo que sí es seguro es que hay una persona en una situación de poder, abusando de ese poder, descargando su agresividad sobre otra persona en clara situación de desventaja, de indefensión, de vulnerabilidad y como esto a lo largo del tiempo se ha repetido en demasiadas ocasiones, la administración ha establecido una serie de protocolos con la sana intención de solventar de la forma más airosa posible este tipo de situaciones, con toda probabilidad sí que se solucionan muchos casos, de los que no tenemos constancia, pues no se publican. Desafortunadamente en algunas ocasiones esto no funciona, el universo confabula y aunque se inicien los protocolos correspondientes, todo parece fallar y el menor acosado no ve más salida que acabar él mismo con su vida.

¿Cómo hemos llegado a esta situación? ¿Quién, cómo y en qué condiciones se estableció el protocolo? ¿Realmente protege a la víctima? ¿Todos los docentes están preparados y conocen los procesos? ¿Realmente es efectivo ese protocolo? Y si es efectivo ¿cómo es posible que no haya funcionado?

Estas y otras mil preguntas más surgen ante el catastrófico suceso, no sé si habrá un mayor drama, pero lo cierto es que es absolutamente devastador “perder” un hijo, sean las que sean las condiciones que han motivado el fatal desenlace, la pérdida, la impotencia, la angustia y la desesperación llegan para instalarse de forma permanente, en la casa, en el sofá, en el corazón.

Ahora ya pueden investigarse las causas de la muerte, determinar si hubo o no bullyng, quienes son los responsables, si hubo inacción, si el protocolo se siguió escrupulosamente o no, qué falló, si hay que modificar algo o no.

Todo eso no devolverá la vida perdida, nada podrá paliar el inmenso dolor de la madre o el padre, no habrá palabras suficientes en ningún diccionario, en ningún idioma que les sirva de consuelo, se inicia ahora el proceso de duelo, que puede durar… ¿quién sabe?? Toda la vida, quizá un día esa familia pueda recuperar la Paz, el equilibrio, la tranquilidad y pueda encontrar la utilidad de este doloroso aprendizaje.

Y Mientras tanto…¿Qué?

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