21/04/2016
Cada vez que se empieza un nuevo proyecto ya sea personal o profesional, hay una ruleta rusa de emociones entremezclándose entre sí.
Lo primero es la visión, el sueño, el pensamiento de lo que puede ser… después vienen las decisiones de hacer no hacer, esto sí, esto no y finalmente las acciones que conllevan a la culminación del inicio del proyecto… Y a lo largo de todo ese tiempo pasamos por momentos emocionales radicalmente opuestos y de forma simultánea, la ilusión y la pasión, entremezcladas con el miedo, la preocupación por la irremediable escasez de recursos que hace aumentar la capacidad creativa, el estrés y la ansiedad ante los contratiempos se combinan con la fortaleza y la reafirmación, la ira o rabia por los atrasos con la determinación de perseverar, la incertidumbre y la soledad con la satisfacción de realizar aquello por lo que luchas, finalmente el orgullo por la valentía…
Toda una sinfonía de emociones danzando simultáneamente por ese mundo interior que sólo uno es capaz de vislumbrar y que en un momento nos puede llevar a lo más alto o dejarnos caer a lo más profundo.
Trazamos nuestro camino en la vida, a veces puede parecer que se corta que hemos llegado al final es entonces cuando tenemos la oportunidad de volverlo a trazar, de volverlo a diseñar, si tenemos claro que todo principio tiene un final, pero también todo final lleva irremediablemente asociado un principio, apunto unos claros ejemplos;
El final de un noviazgo, con una vida separada o con boda, inicio de una vida en común.
El final de un embarazo con el inicio de una nueva vida.
El final de una noche con el inicio de un nuevo día.
El final de un trabajo con la oportunidad de otro distinto.
El final de un proyecto con el inicio de la actividad…
Es justo el inicio de ese momento, cuando la vida nos regala otro mundo de posibilidades que se abre paso hasta nosotros.